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7 de agosto de 2011

SER DE LINARES........UN ORGULLO

Existe en muchos lugares de la provincia de Jaén, la buena costumbre dereunirse un grupo de amigos y tomar el vino acompañado de mucha conversación.Es lo que se conoce como echar la ligá, por "ligailla, osimplemente porligar, en su acepción popular de tomar vino y tapascon los amigos.
El arte de la ligá trae consigo haber aprendido de antemano que elmucho vino ni guarda secreto, ni cumple palabra, y su justa medida nosviene dada por un viejo adagio japonés en el que se dice que en el primervaso el hombre bebe vino, en el segundo, el vino bebe más vino, y en eltercero, el vino se bebe al hombre; y es en ese instante cuando comienzala enrea, corriéndose entonces el riesgo de que nos afloren "lastres sangres".
Cuenta la sabiduría popular, a modo de parábola de un incierto EvangelioApócrifo, que cuando Jesucristo hizo su primer milagro: convertir el agua envino a petición de su Madre, durante las bodas de Caná, pidió que echaran enunas tinajas llenas de agua, un jarro con la sangre de un mono, otro con lasangre de un tigre, y otro con la de un cerdo. Sigue contándonos la leyendapopular que desde entonces todos los vinos, y por solidaridad entre alcoholestambién todos los licores, llevan las tres sangres: la del mono (la gracia), ladel tigre (la violencia) y la del cerdo (el estado de indignidad), estando elsecreto de este arte en pasar de la ligailla a la enrea nodejando aflorar más efectos que la alegría escondida en la sangre del mono.
Es Linares ciudad en la que siempre se ha podido ejercitar el noble arte dela ligá, en lugares, ya desaparecidos, como la taberna de "ElLele" en la calle de La Virgen, especializada en vinos de Montilla; "ElChaparro" en la calle de los Riscos esquina a la calle Tetuán, con sustapas de tortilla de espinacas con pajarillos fritos; "El Ascensor"con sus inefables patatas fritas; el "Mancheño" con picantes patatasbravas; "Los Pinetes" con sus dos sucursales; los populares"gorditos" de la calle de la Virgen con sus ensaladas de habichuelas blancas yel atún de primera; el "4 Naciones" que ya en 1947 tenía una cafeteraque hacía 42 cafés por minuto; o el legendario "Rhin Bar", en la casade Pajares; y los aún en ejercicio de "Los Candiles", singular ermitacincuentenaria del tapeo donde por primera vez se puso el jamón como tapa enLinares;"El Mañas", santuario de jamones y tapas del cerdo; "ElLozano", conocido por "el Berna", con sus incomparables frutosdel mar, evolucionado en su segunda generación en el “Rincón de Berna”, en lacalle Nueva; "El Loren", imprescindible en las ferias de San Agustín;y tantos otros cuyas barras y mostradores son los balcones desde donde vuelanlas palabras que engendra el vino: A veces palomas de concordia, a veces grajosde pendencia.
Pero las ligás siempre traen enreas, y en Linares había unlugar único donde acababan todas ellas, desde aquellos primeros años del sigloXX cuando en la calle de los Riscos, cerca del Lugarillo, abría sus puertas elcafé cantante llamado "El siglo XX", donde se bebía, se jugaba y sesolía llegar muchas veces a la sangre del cerdo y alguna que otra a ladel tigre, apareciendo entonces las facas y las pistolas, como ocurrió enla famosa reyerta de 1921, de triste recuerdo en la ciudad. Años en los que elesplendor minero hizo de Linares una ciudad valiente, de hombres"echaos p'alante" que acuñaron la leyenda del marchamo tan flamencoy exagerado del "soy de Linares y pincho" --evidentemente, no siemprecierto--, y donde por tener llegó a contar con una sucursal del Banco deEspaña, que hoy es lugar de cultura y archivo histórico de la ciudad, y que enaquellos tiempos fue índice y medida de su actividad económica.
Todas las enreas, grandes o pequeñas, acababan en la antigua calleVentanas (oficialmente llamada hoy Pérez Galdós), en la legendaria Confiteríade Félix de Amo, en la que no había nada mejor para bajar las calenturasnoctámbulas de las tres sangres que un chachepóchachepotchachepol, (de chanchi, estupendo; ychachipé, loque es muy bueno de verdad), esponjoso bizcocho cilíndrico de picaresca ydeliberada forma fálica, empapado de licor con un almíbar borracho.
La veteranía de esta sin par y mítica confitería, en la que el horno siempreestaba encendido y dispuesto, se remonta, según el maestro de cronistas, JuanSánchez Caballero, al siglo XVI, cuando en esa calle ya vivía Luis DíazCantarero, que tenía un horno de pan. En 1820 se sabe que un tal JuanCantarero, descendiente del anterior, seguía teniendo el horno y dedicándose aloficio de panadero. En 1887 la panadería figuraba a nombre de RafaelVallcanera, y catorce años después, recién comenzado el siglo XX, su hijo Amalio construiría el actual edificio en el que sus sucesores abrirían el establecimiento en el hasta no hace mucho se ha puesto paz y dulce sosiego acuantas farras y enreas han terciado para que no hirvieran las tres sangres a un mismo tiempo.
En la actualidad, quien quiera probarlos puede encontrarlos en la no menosmítica pastelería linarense de La Gloria(Pasaje del Comercio), o en la Cafetería Excelsior(Avenida de Andalucía, frente a El Corte Inglés), o en laCafetería IsaacPeral (situada en la céntrica calle de la que toma su nombre), lugaresdonde los siguen elaborando con acierto, y a modo de viva reliquia gastronómica, para el deleite de propios y extraños de la ciudad de Linares.
(A mis amigos linarenses el catedrático de Historia Cristóbal Casado, el investigador y escritor Félix López Gallego, y el periodista radiofónico Ángel López, amantes cabales los tres de la gastronomía emblemática de su tierra)